Esta es una frase que a menudo escucho en mi consulta, una manera espe-cialmente representativa y eficaz para describir como nos podemos sentir en unas ocasiones de la vida. En este artículo intento explicar lo que significa apoyarse y desde donde viene esa misma percepción.
¿De dónde viene?
Esta percepción representa una profunda inseguridad que tiene sus raíces en la infancia, específicamente se trata de las primeras experiencias sensorio-motoras de los primeros años de vida.
Si por motivos diferentes (padres ansiosos o con conductas incongruen-tes/impredecibles, duelos, etc.) en nuestra infancia hemos experimentado un contacto fisico y un apoyo no adecuadamente seguro en los brazos de nue-stros padres, es muy probable que eso afecte nuestra personal experiencia de autoconfianza y confianza en los demás.
Todo eso está inscrito y memorizado en el cuerpo. Lo que puede surgir, a través de los mensajes con lo que el cuerpo nos habla, es un conjunto de sensaciones y emociones como ansiedad, miedo a no ser capaz de abordar las situaciones, profunda inseguridad, ganas de huir, etc.
¿Por dónde empieza el proceso del cambio?
En mi experiencia clinica he comprobado que puede ser útil trabajar justo a partir de la “metáfora concreta” que la persona nos lleva a consulta, es decir aquella sensación de tener un apoyo inseguro abajo de sus pies.
Llevo al paciente a un progresivo viaje de descubrimiento de la conexión que hay entre su manera de sentirse, estar y moverse y la propia historia personal y familiar.
Lo hago a través de algunas técnicas psicofisiològicas que permiten de-scubrir las partes del cuerpo en las que hay viejas tensiones musculares; se trata de tensiones que hacen imposible de descargar en el suelo el peso cor-poral y que entonces transmiten al cerebro un débil señal de propia existen-cia. Esto genera, a nivel de sistema nervioso central, una imagen de sí mi-smo muy instable y poco eficaz a enfrentarse al mundo.
Cuando nos permitimos descubrir la existencia de un apoyo seguro en nue-stros pies, descubrimos que podemos confiar en nosotros mismos, de ser capaces de sostenernos sin esfuerzos y tensiones, conscientes de ser perso-nas adultas. A partir de esa conciencia, descubrimos que no necesitamos bu-scar en los demás, afuera de nosotros mismos, ese sentido de seguridad que encontramos en nosotros mismos.
De esta forma, durante la terapia es posible experimentar maneras nuevas de sentir-piensar-actuar que no teníamos en nuestra infancia pero que poco a poco vamos actuando en nuestro día a día.
Como cambia la percepción de sí mismos
Modificar la “periferia corporal” nos permite cambiar, a nivel de sistema nervioso central, la percepción que tenemos de nosotros mismos, fortale-ciendo la estructura psicofìsica que constituye la base de sí, poniéndonos en contacto con el valor y el potencial que tenemos como persona.
A este respecto es posible reescribir la propia historia de vida, dando un nuevo paso en un recorrido que construimos de manera activa y respon-sable, finalmente sintiendo un apoyo más seguro y confiado.
Lo veo pasar a menudo y cada vez es para mi una gran alegría acompañar la persona por el camino que, día después día, elige seguir con más conciencia y responsabilidad.